jueves, 27 de febrero de 2014

CUARESMA 2014 Acogida y misericordia

                                           
Introducción:

La Cuaresma tiene un sentido bautismal, es decir, los textos que leemos en ella recuerdan el camino que todo catecúmeno (y toda persona que cree en el Señor) debe realizar antes de recibir el Bautismo la noche pascual. Es en esa noche cuando culmina este tiempo, precisamente el día en que renovamos nuestro Bautismo.
          La Cuaresma viene acompañada de tres medios que están al alcance de todos nosotros: la oración, el ayuno y la limosna, o si se quiere: la oración, la austeridad y la misericordia. La oración nos pone en comunicación con el Señor, el ayuno nos ayuda a liberarnos de nuestras ataduras y la limosna nos orienta hacia los hermanos.
          Orar es dejarse mirar por Dios y examinar nuestra vida a la luz de su Palabra. Es confrontar lo que somos y hacemos con el proyecto y la llamada que hemos recibido del Padre. Quien ora de verdad mira a Dios con el corazón agradecido por sus dones y proclama su misericordia volviéndose él mismo compasivo con  los demás.
          La práctica de la austeridad,  el llevar una vida sobria, nos hace descubrir que la felicidad no está en tener cada vez más cosas sino en saber contentarse con lo necesario. Ayunar es un ejercicio de solidaridad con quienes carecen de lo necesario y nos ayuda a “descentrarnos” de nosotros mismos para hacer nuestro el proyecto de Dios: que el mundo sea una mesa común.
          Y por eso el ayuno va unido a la limosna, como una puesta en práctica de la misericordia. La limosna solo puede ser entendida y vivida de forma auténtica como una obra de justicia: comparto con los demás lo que Dios ha destinado para todos y, que por nuestra injusta organización de la economía y de la convivencia está muy desigualmente repartido. La limosna evangélica, además, no es pura acción social sino debe ser fruto del amor preferencial a los más pobres y el compartir los bienes es una exigencia de la comunión eucarística (1 Cor.11,20ss)
          Ha dicho el Papa en su mensaje para esta Cuaresma: “Los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas… la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza…. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir”.
          Y también: “Que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solítica a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”.